
Narra Francisco Nieva en su “Historia sentimental de ‘Tórtolas’ cómo, desde muy pequeño “mi madre me distraía contándome sus noches de teatro, cuando era una jovencita (…). De cómo eran los saludos corteses de un palco a otro, las miradas con los prismáticos y los pasteles y el champán durante los entreactos (…)”.
¿Quién habitaría los palcos de ese teatro? ¿Qué cosas maravillosas podrían llegar a suceder? Un joven Nieva imaginó en el año 1953 una fábula poética, lúdica y desenfadada que quiere volar por encima de la realidad y de la ficción.
SURREALISMO Y HAPPENING
Con el pretexto de guardar cuarentena, obligada por la propagación de un desconocido virus, una compañía de teatro es secuestrada en el propio coliseo para someterla -como a ratas de laboratorio- a crueles experimentos, cuyo objetivo es revolucionar y renovar el mundo de la escena, incluso la actuación y el comportamiento del público. Los incidentes acaban en una suerte de fiesta, dionisíaca y caótica que celebra la propia existencia del teatro.
“Se trata de un mundo onírico y fantasmal con momentos de verdadero terror. Nos habla del mundo de la actuación contraponiendo el teatro moderno con el teatro clásico. Lo que celebramos es la existencia del propio teatro”, explica la actriz Ángeles Martín. Ella forma parte del reparto coral junto a actores como Manuel de Blas o Esperanza Roy.
La comedia fue concebida en Venecia mientras Nieva hacía un «happening» dedicado a los poetas americanos Gregory Corso y Allen Ginsberg. Se le ocurrió poner en la Plaza de San Barnabá una cama y que la aristócrata Matella Capissani se pusiera a desplumar un pollo en ella. Al poco tiempo asesinaron a la novia de un amigo suyo en la Ciudad Universitaria de Los Ángeles. De aquel contraste entre una cosa tan divertida y aquel drama surgió “Tórtolas…”.
PODEROSO MUNDO PERSONAL
La escenografía, realizada por el pintor José Hernández, entra en diálogo con la imaginación de Nieva. “El vestuario recuerda mucho a los trajes de los personajes de Tim Burton”, afirma Martín.
Manuel de Blas define este montaje como “unos fuegos artificiales que parece que no acaban nunca, pura diversión pero con un nivel intelectual muy alto”. El dramaturgo ha sido a veces criticado por no seguir los mandamientos del método teatral, pero de esta heterodoxia brota una nueva visión de la realidad.
“El teatro de Paco se sale de lo corriente, él es el creador de todo un mundo, como pudo serlo Valle-Inclán o Fellini. Aunque ya no es un dramaturgo maldito, muchos empresarios no se atreven con su teatro por su originalidad, su ruptura y el mundo especial que crea en sus textos”, concluye de Blas.
Desde el 6 de mayo
Teatro Valle-Inclán